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Humildad su fuerza

Humildad su fuerza

El Poder de la Humildad

La humildad es una cualidad de la personalidad que uno debe poseer en el camino espiritual. También es la cualidad más incomprendida y malinterpretada.
La mayoría de la gente la confunde con ser humillado, respecto de lo que tiene un miedo profundamente arraigado y paralizante que controla su psique, sus emociones y sus actos.

La humillación es una experiencia de impotencia o de ataque a nuestra autoestima, pero la humildad, entendida desde el punto de vista espiritual más elevado, es la puerta que conduce a la liberación total.

No es de extrañar que la gente confunda humildad con la humillación, dado que el diccionario la define, entre otras aceptaciones como “bajeza”. La palabra “humildad”, referida a la cualidad de ser modesto, procede del latín “humilis” y “humus”, que significan “Tierra” y está emparentada con los términos griegos “chton” (terrenal) y “chamai” (en el suelo).

La humildad no significa que uno tenga baja autoestima o que se niegue el respeto, el reconocimiento, la autoridad, el estatus o los logros.

Dentro del castillo, imaginativamente hablando, la humildad es una virtud y usted ha de empezar a buscarla. La persona verdaderamente humilde tiene poco miedo de lo que pueda pedirle Dios, ya que ninguna tarea es demasiado pequeña o insignificante, degradante o carente de valor.

Muchos de los místicos recibieron instrucciones extrañas y descabelladas mientras meditaban. Dichas órdenes no tenían como fin humillarlos, si no demostrar que lo extraordinario podrá alcanzarse mediante la fe incondicional. Eran ejemplos vivos de fe incondicional. Muchos místicos contemporáneos que jamás fueron famosos han recibido instrucciones igual de desafiantes, incluso extravagantes, que sorprenden a otras persona por considerarlas locura o peligros.

Pero su humildad y su falta de temor le han permitido continuar a pesar de las posibles consecuencias sociales, económicas, políticas o personales.

La gracia posee muchas cualidad y muchas expresiones, entre ellas, compasión, paciencia, visión, resistencia, humor, alegría, intuición, locura sagrada, fortaleza, perdón, esperanza, gratitud, beatitud, generosidad, creatividad, felicidad carente de miedo y humildad. Cada cualidad de la gracia, a su vez, tiene capacidad propia para influir y provocar cambios en nuestra psique y nuestro cuerpo.

La humildad, por ejemplo, nos permite conocer y aceptar todas las cualidades positivas del cuerpo, la mente y espíritu de otra persona. La humildad desactiva cierto sentimiento de competitividad. La humildad nos permite entender las motivaciones de otra persona y trascender toda negatividad.

Para ayudarnos a comprender que los activos de una persona asustada o negativa rara vez van dirigidas contra nuestra personalidad. Para una persona que está furiosa, cualquiera puede convertirse en objetivo. La verdadera humildad consiste en dejar de necesitar ganar, tener la última palabra, tener que ver siempre reforzadas nuestras inseguridades con un apoyo constante.

La humildad es la capacidad de ayudar a alguien que nos ha hecho daño, de pedir perdón, de no esperar años a que la otra persona nos pida disculpas para volver a hablarle.

La humildad es la capacidad de dar las gracias a las muchas personas que dedican su vida a ayudarnos a hacer realidad nuestros sueños, ya sea en una empresa en la que ganamos millones o en un pequeño negocio familiar.

Escoger el camino de la humildad, y quedarse en él, requiere reflexionar con frecuencia “¿Dónde reside mi verdadero poder?” “¿Qué clase de aprobación me importa más: la de los que viven de mi castillo o la de quién me acompaña dentro del mismo?”

Y cuando Dios nos habla, la humildad es la capacidad de decir “así” en lugar de “pero ¿qué pensarán los demás si hago eso?”
No se puede llegar a dominar la humildad de una sola vez. Es algo que hay que practicar todos los días ya que, sin lugar a dudas, el miedo a verse humillado es la voz más controladora que hay en nuestra psique.

La humildad se convierte en nuestro escudo protector porque casi nadie considera amenzante a una persona humilde. Ésta es la razón por la que los místicos humildes, pobres y descalzos, y también otras muchas personas de magnífica humildad, se convierten tan a menudo en sanadores y pacificadores.

Ellos se meten en sitios en los que otros no se atreven, porque esos otros temen ser humillados y los humildes carecen de éste temor.

Así pues, a los humildes se les encargan tareas que aunque parecen sencillas son verdaderamente poderosas. Para las personas que llevan “sombras de arrogancia”, esas tareas parecen sencillas, ingenuas, poco mundanas, fuera de la realidad, y los que “han nacido en un pesebre” o los que “se sientan debajo de un bodhi” parecen demasiado humildes para causar agitación alguna en el mundo.

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