El oráculo de Delfos

El oráculo de Delfos

El oráculo de Delfos

En el corazón de la Grecia antiguo nos encontramos con el Oráculo de Delfos, sin duda uno de los más famosos y conocidos hoy día en donde las predicciones se hacían por las Pitonisas, nombre que aún hoy día se da a algunas videntes y tarotistas de la actualidad.

El origen del oráculo de Delfos hunde sus raíces en la noche de los tiempos, en lo más profundo de los mitos griegos. En el hermoso santuario de mármol blanco que dominaba el golfo de Corinto, Apolo, hablaba por boca de la pitonisa, reyes y emperadores atendían sus consejos, y ciudadanos de todo el mundo buscaban en el oráculo la seguridad de su vida temporal y futura.

Uno de los mitos griegos cuenta que el dios Zeus había dejado encinta a la ninfa Leto, de la que estaba enamorado. Pero la esposa de Zeus, Hera, acudió a la serpiente Pitón para encargarle que persiguiera a la ninfa e impidiera que el parto llegara a buen fin, Pero Leto consiguió refugiarse en la isla de Delos, donde dio a luz primero a la diosa Artemisa y después a Apolo, también llamado Febo, el esplendente.

El parto, sin embargo, no libró a Leto del acoso de la serpiente; así pues, cuando tenía solo cuatro días de vida, Apolo reclamó un arco y unas flechas para terminar de una vez con el peligro que acechaba a su madre. Hefesto, el herrero, atendió a su demanda, y el niño se dirigió sin pérdida de tiempo a la guarida de su enemiga.

Pitón vivía en Delfos, al pie del monte Parnaso, donde guardaba el santuario donde su madre, Gea, la Tierra, pronunciaba sus oráculos. Allí la encontró Apolo y le dio muerte. Gea se sintió ultrajada y se fue a quejarse a Zeus. Para calmarla, el padre de los dioses instituyó los Juegos Píticos en honor de Pitón, y ordenó al mismo Apolo que presidiera después de someterse a la oportuna purificación. Y así fue como Apolo, con la bendición de Zeus, sustituyó a Gea, convirtiéndose en el patrono de Delfos y dios tutelar del oráculo más famoso de Grecia.

El hecho histórico de la narración mítica: la figura femenina

El oráculo de delfos conocete a ti mismo

La narración mítica refrenda un hecho histórico cuyas causas, sin embargo, no están suficientemente explicadas: hacia el siglo IX a.C., el santuario de Delfos cambió de atribución y las esculturas votivas femeninas, que hasta entonces adornaban el templo, fueron sustituidas por figuras masculinas. A Apolo fue dedicado el templo mayor, en cuyo vestíbulo campeaba la máxima: Conócete a ti mismo, síntesis de una sabiduría que iba a dar motivos de discusión a los filósofos de todos los tiempos.

Pero aunque Apolo había ocupado el lugar de la Madre Tierra, la figura central del mito oracular de Delfos seguía siendo una mujer. Esta sacerdotisa recibía el nombre de Pitia o Pitonisa, en memoria de la serpiente Pitón; aunque era anciana, vestía como una virgen. Quienes llegaban a Delfos podían contemplarla, sentada en un abrupto roqueado, cerca de una piedra sagrada llamada omphalos, considerada el ombligo del mundo. Rodeada por un grupo de sacerdotes, la pitonisa permanecía atenta a contestar las cuestiones que se le planteaban, donando a los seres humanos las luminosas enseñanzas de Apolo, el dios capaz de mantener los males lejos del hombre, el purificador por excelencia, aquel que ayudaba a conocerse a uno mismo.

La consulta a la Pitonisa

Los ritos oraculares que se desarrollaban en Delfos captaron el interés de numerosos autores de la Antigüedad, como el filósofo ateniense Platón (428 a.C. – 347 a.C.), o los historiadores Diodoro Sículo (340 a.C. – 250 a.C.) y Plutarco, que vivió en el siglo I de nuestra era. A partir de sus textos han llegado hasta nosotros los detalles fundamentales del funcionamiento del oráculo. El peregrino que deseaba consultar a la pitonisa debía, ante todo, pagar un canon a los sacerdotes; luego se purificaba en las aguas de la fuente Castalia, mientras un sacerdote echaba a suertes el orden de precedencia y otro invocaba a Apolo para saber si iba a tener a bien conceder la respuesta.

Tras estos preliminares, la pitonisa se daba un baño ritual en las aguas de la fuente Castalia, que discurrían por el interior del recinto sagrado; entraba luego en la gruta de Gea, una anfractuosidad poco profunda que corría a lo largo de la pared rocosa; se sentaba en un trípode dorado y masticaba una hoja de laurel, mientras asía una gavilla de cebada en una mano. Poco después, la mujer se llenaba del humo divino, es decir, inhalaba los vapores sagrados que emergían de una grieta de la cueva, caía en estado de trance y comenzaba a pronunciar palabras inarticuladas y balbuceos convulsos. Los sacerdotes, que permanecían a su lado, los interpretaban y comunicaban a los peregrinos el juicio de Apolo.

Auge y caída de Delfos

Durante siglos, príncipes y reyes acudieron a Delfos y preguntaron al oráculo acerca de su destino. El cristianismo determino su decadencia y la historia lo condenó al olvido; pero la piqueta del arqueólogo le devolvió a la gloria al exponer a la admiración pública, junto con la deslumbrante blancura de sus mármoles, esa fascinación que tienen los mitos que forman parte del patrimonio de los pueblos.

En los primeros tiempos, el oráculo de Delfos se pronunciaba solo una vez al año, pero con el trascurrir de los siglos la afluencia de los peregrinos aumentó y la consulta llego a hacerse mensualmente. ¿El motivo? El alto porcentaje de aciertos del oráculo de Delfos.

Su fama fue grande, y no hubo Príncipe ni guerrero que no buscará el consejo de Apolo en su oráculo, pagando con ingentes riquezas que los sacerdotes guardaban en los thesauroi, unos edificios preparados a tal efecto. Con ocasión de los Juegos Píticos que se celebraban en Delfos en honor de Apolo, mandaban erigir nuevos templos y esculpir espléndidas estatuas.

Aprovechando que las manifestaciones de la Pitonisa podían llegar a ser sumamente vagas, los sacerdotes las interpretaban para reyes y gobernantes y les fue relativamente sencillo influir en los oráculos mediante favores o corruptelas, o incluso con actuaciones más drásticas.

Por desgracia, los sacerdotes de Delfos, privilegiados intérpretes de la voluntad de Apolo, no tardaron en dejarse seducir por las ventajas que podía representarles decantar la balanza política de uno u otro lado, y hacia el siglo V a.C. ya menudeaban las acusaciones por corrupción.

Los enemigos exteriores del oráculo de Delfos

El oráculo de Delfos era también objeto de codicia de los enemigos exteriores de Grecia. En el año 490 a.C. los persas organizaron una expedición contra el santuario, que falló gracias a un providencial alud de piedras que se precipito sobre los invasores; también se frustró una expedición de los gálatas, al mando de Vreno, que en 279 a.C. fueron rechazados tras una dura batalla.

El fin de una época

Con la institucionalización del cristianismo como religión del Imperio Romano por el emperador Constantino (305-323), Delfos se instaló en un lento declive y fue clausurado por Teodosio el Grande en el año 390. Hubo un infructuoso intento de devolverle su antiguo esplendor cuando el emperador Juliano (331-336), llamado el Apóstata, intentó reavivar la religión pagana.

Según la tradición, la pitonisa emitió el siguiente dictamen: Decid al Rey: se han derrumbado los magníficos edificios, Febo ya no tiene ni siquiera una cabaña, ni laurel profético, ni fuente murmurante, ya hasta el agua oracular está agotada.

Pasaron algunos decenios, pero no muchos. Los peregrinos dejaron de acudir a Delfos y los juegos Píticos y la decadencia cubrió con un velo de tristeza aquel maravilloso paisaje en blanco y azul. El ombligo del mundo quedó convertido en un montón de silenciosas ruinas.

El trance de la Pitonisa de Delfos

Como se consultaba el oraculo de delfos

Las primeras Pitonisas de Delfos eran jóvenes vírgenes, pues se suponía que tal condición favorecía el contacto con el dios Apolo. En la etapa más reciente del oráculo, por el contrario, fueron sustituidas por mujeres de mediana edad.

Los expertos se han ocupado de las posibles causas, físicas, químicas o psicológicas, que podían provocar en la pitonisa el estado de trance. Se ha hablado de un pretendido delirio pítico, pero no hay datos que permitan pensar en la existencia de algún tipo de psicosis.

El filosofo griego Platón comparaba el trance de la pitonisa a la inspiración poética que Apolo otorgaba a las Musas, mientras el historiador y ensayista Plutarco hablada de entusiasmo y sostenía que el dios infundía a la pitonisa las visiones y las luces que iluminan el porvenir.

Modernamente se ha aventurado la opinión que el trance estaba ligado a alguna forma de intoxicación, pero ni el laurel ni el agua de la fuente Castalia tienen propiedades enervantes. En lo que a los vapores sagrados se refiere, hoy en día no queda ni rastro de ellos y las excavaciones efectuadas en los terrenos circundantes no han revelado sustancia alguna capaz de provocar uno u otro tipo de alteración mental.

Así pues, descartadas las causas externas, los historiadores han llegado a la conclusión de que la pitonisa era inducida al trance por alguna clase de autosugestión.

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